Poema de las horas radicales contra el cielo

I


cuando el cristal de la ventana recién lavada

provoca un reguero de sangre en tu memoria
estás contra el cielo
cuando el sutil delirio explota en tu mirada
y te eleva sobre el suelo hasta las alturas de la soledad
el cielo te traspasa
es entonces cuando pierdo el equilibrio, me tiemblan las piernas
el centro de gravedad es algodón y es éter
es amnesia, mi cuerpo recordaría el baño de tus colores
todo al revés, quiero ser mi reflejo

si me detengo te veo pasar en diapositivas

proyección en azules

como ese cielo

contra el que cierro los ojos

shhhhhhh

comienza a llover





II



bajo las nubes y el agua muevo la cabeza como un girasol
es el momento del polen y la luna
de la calle como biblioteca pública
de pasos paralelos a la mirada cyan
skyline de sueños, hambre de inmensidad
tarde de vientos, ropa tendida desde años atrás
duelo entre el cielo y yo. Diez pasos, nueve, ocho, siete, seis...
me detengo mientras avanzas

un paraguas en la mano derecha

un puñado de hojas de haya en la izquierda

simulas un otoño inventado

excusa para no llegar a otro invierno
jugando con la furia juguetona del viento
me vuelvo, cierro un ojo, apunto, aprieto el gatillo y disparo



III

qué barbaridad, cómo huyen los fragmentos, el puzzle se me hace eterno
subo la mirada un instante, lentamente se va la luz del día

no me quedan palabras pixeladas con que cocinar el ocaso

se arrima el cielo al suelo, brilla lo irreal y la realidad se apaga

oh Danae, ¿qué valor tienen tus deseos frente al destino?

¿acaso puedes tú torcer la voluntad divina

¿soy un insensato al querer cambiar este mundo por otro que ya no existe?

a medianoche vendrá una alondra para dictar su edicto de nubes

cuentacuentos de otro mundo, de otra época menos triste

y en el cristal se plasmará el exceso de miradas celestiales

y tú también puedes acompañarme, venga ¿por qué no subes?

sólo tienes que ser como nosotros y soñar que todo vale
que detrás de la inmensidad están las pequeñeces





IV (y fin)

Una patada en el culo y caigo de bruces sobre el coso de este verso
alguien ríe


Díptico de un Secreto

Secreto

Vivo como una perra.
Vivo con un perro.
Un cazador de árboles y calendarios
un titán que me espera en cada esquina,
vivo con el molde de una bestia que
me hace olerme a cosa y
beberme el ruido de la culpa.
Vivo con el hijo de la piedra más
muerta.
Vivo en mi pecho vacío
una agenda de abandono y
la melodía de cada día me parte
en dos.
Nada puedo hacer.
Nada puedo hablar.
Cada vez que me lava la memoria
guardo silencio, busco mi falta de
virtud.





Mensaje para el perro

Tengo un as guardado en la manga.
He crecido en el hueco y en el aire de tu boca
y he convertido cada luna en mi tribu.
Con movimiento muy lento
avanzo por la arrugas y me pinto el pulso,
mi cuerpo, está dibujado por el mantra
habitante de mi bañera.
Sí, sigo siendo frágil y fugaz.
Sigo siendo repentina
y misteriosamente mágica.
Sigo pisando el suelo que tú has roto.
Y sigo
sigo
sigo
porque un día, crujirás bajo la ducha
y te irás…
con el pene en la mano.

acupuntura


siete agujas son el remedio para los heridos graves
la primera se clava en el centro del pecho
las otras seis van siguiendo el mapa
que traza en mi piel el dolor
recupero la respiración
el aliento

y mi sed anuncia que sigo viva

biopsia



nada que hacer, es el discurso de las cosas
perversos tristes para el almanaque humano
tu voz, antaño dulce y filarmónica
se ha apagado colorantes de tiempo

largos caminos de hormigas de pan
te vieron conducirte con Don Aire
acercándote suculentamente
a las colas del mar, que es infinito

eras sólo un niño de ardientes cariados con un álbum
de cromosomas bajo el brazo
estornudos ciegos en las zapatillas
y los cojos protagónicos y taciturnos

en tu mundo de viciosos pandas y alegatos persas
mirlos de balas rojas y naves palmípedas
almorranas croaban al compás de los camastros
en un firmamento destilante de bovino instinto

calculabas metros púbicos de cielo
mientras bandadas de feldespatos
describían tu vida como un juego de bazar
apostada en inmoral partida de hacendados

langostas calles ahora embarazadas
de soledad, como insidiosas del Olimpo
recuerdan tus daños bisiestos, tu piedad de oro
cuando te daba por vivir calibre de culpa

hoy, maduras penas el crisol se asoma a vernos
celeste y oeste compinchados para retenerlo
viejos esfumando en esquinas solitarias
y adheridas de muerte que cauterizan la piel fría