de gorra me la encontré

En unos escalones del patio de la prisión, me encontré una gorra familiar. No tenía nombre, pero olía al sudor de un conocido. Si fuese un perro lo tendría más fácil. Pero algún resorte de mi mente provocó un chisporroteo palpitante de sensaciones. No era de nadie preso, ya no. Había huido hace tiempo. Un superviviente, ¿una esperanza? Por ahora no me quito la pecera, pero recojo la prenda y la guardo en un bolsillo. Tráeme suerte, hazme recordar... ¿Puedo encontrar a tu dueño? ¿Dónde te he visto antes? Si no me doliese tanto la cabeza...

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