intento de huida

Habíamos pintado un coche con muchos colores, era un llamativo cacharro en medio de la nada. No funcionaba, pero los niños fingían conducir. Daban vueltas y frenaban riéndose. Respetaban las señales. No podíamos dedicarle más de una hora a nuestro juego porque aunque el coche era pequeño, mi amigo y yo nos acababamos cansando de jugar, empujándolo, sudorosos, y las duchas tampoco funcionaban muy bien. Le habíamos puesto nombre, Lacosaconruedas. Lacosaconruedas no entendió por qué un día los niños desaparecieron y yo me volví loco intentando reparar el motor, porque el resto de vehículos habían sido saboteados y quemados. Y un día aparecí en el pueblo más cercano, exhausto y sin casi poder hablar, montado en Lacosaconruedas, pintada de cien colores por cien niños, con palabras sueltas en áarabe, castellano y en inglés y preguntando si sabían algo de algún niño, de algún superviviente, de algo, y por favor, dadme agua porque no se me entiende y me voy a desmayar. Cuando vi el cochecito mal aparcado y abandonado, decidí montarme en él y bajar riendo como un loco cuesta abajo por la carretera. Le hice una foto para poder seguir recordando cada vez que rebuscara en mi álbum particular. No era Lacosaconruedas pero al verla me entraron muchas imágenes a mi cerebro y sed a mi garganta. Y Nut, Así se llamaba una niña que conocí, y le expliqué que tenía nombre de diosa egipcia, aunque ella no conocía Egipto ni sabía nada, tal vez sus padres a los que perdió. Allí no conocía a nadie qu no hubiese perdido algo. Lo último que creo que perdí yo fue la cordura, y todavía ando buscándola. Rodé cuesta abajo subido en el cochecito, y por suerte cuando el muro de la curva me detuvo no me hice mucho daño, e incluso tal vez cuando dejé de reirme recuperé algo de cordura. Pero no toda, mi pecera de cristal seguía conmigo.

No hay comentarios: