Un paseo por la desgracia ajena
Hace 8 años
Otros tiempos. La primera de las juventudes. Mi mejor amigo era pequeño pero optimista. Él y yo íbamos a jugar a hacer reir al mundo entero con pocas armas: una cámara de fotos desfasada y sonrisas frescas del mar. Agua evaporada que ha dejado campos de sal en los que no llega a brotar nada. Como si los años se hubiesen resumido en unas horas, como si ayer corriéramos juntos. Ah, que viva es la imagen y que vivas las sensaciones al ver esta fotografía. ¿Qué más hay aquí dentro?..
Miedo y más miedo. A abrir y no saber cerrar. A que pese demasiado. A que me resgistre quien no quiero. Mis propias pertenencias son mis enemigas, espejo de mis vivencias, despertador de mis sueños más escapistas. La entierro o cargo con ella. Pero si camino con este lastre, un día me vencerá la curiosidad de saberlo todo, quién fui, qué me pasó. ¿Y si sólo encuentro decepción? ¿Y si no encuentro nada? O si lo encuentro todo... a lo mejor ese encontronazo con el pasado sólo me provoca una nueva pérdida de memoria... Tiro de la cremallera, guardo mi nariz sin mirar y vuelvo a cerrar la bolsa rápidamente. Me siento muy débil sin mi pecera y sin mi nariz, respiro entrecortadamente. La gente me mira, no logro pasar desapercibido en mi huida de la ciudad. Aunque no sepa lo que hay dentro creo que debo cargar con ello. Alguien me habla, me increpa, no, no tengo documentación... dios mío. Grito, busco mi nariz y mi pecera, pánico, la bolsa está abierta de par en par. Unos brazos intentan agarrarme, no sé si vienen del exterior o de un sitio peor. Me tiro o caigo dentro de mi bolsa de viaje. Ojos cerrados. ¡Qué he hecho! Nado entre objetos y voces, cuerpos que me gritan, que me sepultan. Otros me piden ayuda. Buceo y me voy hundiendo sin dejar de apretar los párpados. Me tapo las orejas con las manos. Estoy perdido. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH
...o en este otro, 

Considero mis tripas como algo muy íntimo, muy privado. Tanto tantísimo que a ratos olvido lo que llevo dentro. Una máquina compleja, repleta de micropoemas que ocultos bajo la tapadera de mi mirada perdida, mi caminar abatido y mi avergonzada nariz de payaso pecero, una máquina de enrevesados sistemas que sin embargo, dan como resultado la más absoluta nada en cuanto una pequeña pieza se desplaza de su sitio. Por eso hoy más que nunca, me quedo sin habla cuando me agitan, desfallezco en cuanto recibo un primer golpe. Es muy complicado, hasta para mí, que de tanto encerrar lo que llevo dentro no sé cómo abrir la llave de la memoria sin hacerme daño, sin estropearme. Ay, cómo me cansan las calles, ay cómo me cuesta esconderme, ay. Quiero convertirme en una sombra de nadie, en un reflejo sin origen real. Observar sin llamar la atención y que me dejen en paz. Pero no sé cómo hacerlo. No sé cómo, tan roto y estropeado estoy. Sin energía, agotado y mal tratado, pues quisieron saberlo todo de mí y me arrojaron tras ver que me había vuelto inútil. Ay, qué frío hace.
Pierdo la vida, nada de ganármela. Mi oficina son las calles y mi máquina de escribir es el montón de desechos que las personas arrojan diariamente en cada esquina, con sus brazos y sus bocas. Perdidas y huérfanas de dueño, poco antes de morir se hacen libres, cobran una libertad infinita que les hace brillar a escondidas de sus ignorantes progenitores. En ese momento salgo de mi pecera, les atraigo con el brillo de mi nariz y con el filo de mi rabia las arranco para siempre en ese estado de último éxtasis premortem. Y las hago mías. Y después del mundo entero. Las calles me hablan, tanto a veces que me dejan sordo y me hundo en mi pecera sin resolución.
687474703A2F2F7777772E6573746164697374696361736772617469732E636F6D2F65737461646973746963617320677261746973
|
| Estadisticas Gratis |