tabaco viejo

Soy material anticuado, dañino, abandonable en una esquina de lo intransitado. Voluble, soluble, presindible e intangible. El cáncer de la codicia no rasga mis cuerdas vocales, no soy adicto a ningún vicio. Creo que antes bebía, pero no para olvidar. Pero ahora no sé si quiero recordar. Dadme fuego, que no ardo. Creo que yo frecuentaba el bar dónde esta máquina exhalaba últimos suspiros a cambio de pesetas. De nuevo lloro, de nuevo lo único que puede calmarme es dormir, dormir sin soñar, sin ni siquiera llegar a dormir. Me apoyo en el cacharro y pienso, ¿y si me confunden con un desperdicio y se me llevan? No, espera, no pueden confundirme, lo soy. Eso sí lo tengo claro, un desperdicio, de lo que era. ¿Pero qué fui? Las colillas ya no humean, no sé de qué marca soy. Alguien, o algo, me apretó muy fuerte contra la tierra.

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