Paseando por la playa en Lanzarote, hice fotografías a las marcas que el mar había dejado en la arena. Descubrí una pequeña pluma blanca, mojada. El agua del mar al retirarse había dejado una huella como si la pluma hubiese escrito algo. Un rasgo largo y fino que se perdía levemente. Capté el instante mágico con la cámara. En mi cabeza algo se puso a funcionar sin saber muy bien qué era. Lo dejé pasar. Años más tarde, observando la fotografía, se me ocurrió realizar un cuadro en el que expresase con inmensa ternura, el legado final de una bailarina en sus últimos días. La pluma blanca del ave, olvidada en la arena, separada ya de su dueña, mojada, marchita, despeluchada, nunca más sostendrá el vuelo. Antes de desaparecer bajo la arena, el mar se presta con una ola, como una hoja en blanco, a que la pluma escriba sobre la arena su mensaje final. Escrito sólo para mí. Para mis ojos. Para que nunca lo olvide. Para que os lo cuente a través de la pintura. ¿Quién toma el relevo?
Óleo sobre lienzo, 89 x 116 cm, 2005.
En el cielo se habla poesía
Hace 5 años
1 comentario:
curiosa, preciosa y melancolica historia, prefiero pensar que la pluma estaba iniciando el relato de una nueva historia que la llevaria al mar azul verdoso desde el cual contemplar su nueva forma.
Muy bonito, el blog, me daré una vuelta...
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