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llave de cabeza de mujer
Ruido metálico. No son monedas. Es una llave de pensamientos, desconozco si cierra o si abre. ¿Fue de un amante? ¿Del amor de mi vida? ¿Está viva o yace con el cabello suelto? No hay nadie a mi alrededor a quien preguntar. Creo que se me ha caido a mí, o no. Puede que se resbalara del bolsillo de alguien que, como yo, la encontró en el suelo. ¿Y si la dueña original hubiese vivido hace 30 años? ¿Pude conocerla? Ni siquiera sé que edad tengo. Si la mido en base a mis experiencias, tan solo soy un chiquillo. ¿Hola? Estoy yo y nadie más. Reviso rincones, no hay más objetos femeninos. Juego con la horquilla entre mis dedos. Doing. Doing. La voy a estropear. La miro, la remiro, la observo durante horas. ¿No tengo otra cosa que hacer? No me dice nada, la hablo pero no me contesta. La uso para tratar de abrir alguna parcela de mi cabezón. Fuerzo las cerraduras. No, no es mía, no me dice nada. La tiro por la ventana, gritando: ¡busca a tu dueña! Me pongo más triste. Aunque no sea mía, la he tratado mal. Salgo a la calle, pero ya no está.
1 comentario:
atención también a las cosas pequeñas, con mecanismos extremadamente sencillos, pura utilidad sin otra cosa que hacer, como las orquillas como esa.
Animo con vuestro blog!!
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